El prestigioso antropólogo Jared Diamond señalaba en 1997 que el fin de la capacidad reproductora femenina dos o tres décadas antes de la muerte es un hecho fisiológico tan insólito que debería incluirse, junto a los grandes cerebros o la postura erguida, como rasgo biológico esencial para diferenciarnos del resto de los simios.
Los seres humanos aparentemente somos la única especie primate en la que el sistema reproductor femenino entra en declive cuando el resto del cuerpo permanece sano y todavía vigoroso. A diferencia de la mayor parte de los animales salvajes, que conservan su fertilidad casi hasta que mueren, las mujeres, cuando llegan a los cuarenta y cinco o cincuenta años de edad, pierden la capacidad de tener descendencia debido a un proceso llamado menopausia. Como es sabido, ello no impide que a continuación siga un largo período de activa vida posreproductora.
Si comparamos la hembra chimpancé con la humana, vemos que en la primera el período fértil empieza entre los ocho o diez años y dura aproximadamente unos treinta. Cuando el animal alcanza la cuarentena, en condiciones naturales todos sus sistemas fisiológicos, incluyendo la fertilidad, declinan hasta que se produce la muerte. En la mujer, la vida fértil comienza algo más tarde, en torno a los doce o catorce años y dura hasta alrededor de los cincuenta. Suponiendo una vida máxima de ochenta u ochenta y cinco años, habrá tenido aproximadamente igual que la hembra chimpancé, unos treinta años de vida fértil. Lo llamativo en el caso de las humanas es que subsistan otras tres décadas de vida no reproductiva.
Los médicos y los biólogos conocen desde hace tiempo que el mecanismo fisiológico de la menopausia en torno al medio siglo de vida implica la senescencia y agotamiento de los óvulos, cuya cantidad ha quedado establecida durante el desarrollo intrauterino. No obstante, se estima que una mujer de 75 años de edad aún conserva al menos el 90% de su metabolismo basal, el 85% del funcionamiento de su sistema nervioso, el 70% de su función cardiovascular y coordinación muscular y el 50% de su actividad pulmonar en comparación con el estado fisiológico que presentaba cuando tenía 20 años (Austad, 1994). Pese a todo ello, en ese momento de su vida el sistema reproductor lleva inactivo al menos dos décadas.
En las numerosas discusiones generadas en torno a las singulares características reproductivas de las mujeres, se han propuesto infinidad de hipótesis con el fin de explicar su larga vida posmenopáusica. Todas son tan debatidas que la cuestión todavía está lejos de alcanzar el consenso.
Un argumento defendido por un considerable el número de expertos sostiene que la menopausia y la subsiguiente etapa posmenopáusica no son sino el resultado reciente del aumento de la vida media humana. Apuntan que estas condiciones fisiológicas apenas podrían haberse producido a lo largo de la mayor parte de nuestra evolución, debido a que (supuestamente) casi ninguna mujer, ni hombre, viviría pasados los cuarenta y cinco o cincuenta años de edad. La actividad reproductora femenina debería terminar en las proximidades de la muerte pero, dado que la ampliación de la longitud de la vida humana es demasiado reciente, la función reproductora de las mujeres no ha tenido tiempo de ajustarse.
Este punto de vista olvida, sin embargo, que cualquier otra función biológica de las mujeres no sólo continúa funcionando durante décadas después de los cincuenta años, sino que en la actualidad, y a pesar de las enormes diferencias en riquezas, recursos y accesos a medicinas, en todos los pueblos del mundo las mujeres experimentan una larga vida posreproductora. Esto sugiere, según distintos especialistas, que el programa de la fertilidad humana está integrado dentro de nuestra constitución genética desde mucho antes de la aparición de algún tipo de progreso tecnológico y cultural.
Ciertamente, la baja mortalidad de los humanos adultos no está restringida a las poblaciones con avances científicos médicos. La estructura de la pirámide de edad entre los pueblos cazadores recolectores que, insistimos, no tienen acceso a los productos farmacéuticos occidentales, muestra también un alargamiento de la vida en comparación con la de los simios. De hecho, como expresaba en 2004 la profesora de antropología de la Universidad de Utah, Kristen Hawkes, tanto en las poblaciones históricas como en las de cazadores recolectores con fertilidad y mortalidad naturales, un tercio o más de las mujeres está usualmente por encima de los 45 años. Esto es muy poco frecuente en los otros primates; en los chimpancés, menos del 3% de los adultos están por encima de los 45 años. La mitad de todas las hembras chimpancés en Gombe y Mahale nunca sobreviven su capacidad reproductiva. Por su parte, los antropólogos de la Universidad de Arizona, Kim Hill y Magdalena A. Hurtado, han demostrado que entre los Ache, pueblo de cazadores recolectores de Paraguay, la mitad de todas las mujeres vive al menos 18 años más después del cese de su capacidad para tener hijos.
Fin de la vida reproductiva: ¿Y después?
La pregunta de por qué la selección natural favoreció a las mujeres cuyos óvulos se acaban a los cincuenta años sigue siendo un misterio de la evolución humana. Pese a que efectivamente se trata de un hecho vital de nuestra especie, para los biólogos evolucionistas parece una paradójica aberración. De acuerdo con la teoría de la evolución, la menopausia representa un enigma porque implica la selección de caracteres que promueven la supervivencia después de que la función reproductora haya terminado, cuando, como sabemos, el proceso evolutivo funciona para mantener y optimizar la capacidad reproductiva de la especie.
Desde este punto de vista, algunos autores han defendido una hipótesis que intenta explicar la menopausia como una respuesta adaptativa de la especie humana. Este fenómeno fisiológico habría actuado como un centinela para proteger a la mujer que envejece de los riesgos del embarazo y el parto. Las mujeres que, en virtud de mutaciones genéticas, perdieron su fertilidad a una edad relativamente temprana, habrían tenido una ventaja de supervivencia sobre aquellas que no experimentaron esas mutaciones y quedaban más expuestas a la mortalidad asociada al parto.
El citado antropólogo Jared Diamond también se ha sumado a este criterio, y apunta que, sin bien en los hombres la capacidad reproductiva va decreciendo con lentitud a medida que envejecen, en las mujeres tal capacidad se acaba de forma prematura debido al esfuerzo adicional que significan el embarazo, el parto y la lactancia. La pérdida de capacidad reproductora podría ser un mecanismo de protección para las mujeres que envejecen frente a los peligros de un parto tardío. En los primates en general, el parto es relativamente simple –aunque no tanto como suele creerse– y el riesgo de mortalidad asociado suele ser bajo, aun en edad avanzada. En los humanos, por el contrario, el canal del parto, posiblemente debido a la evolución hacia la posición erguida, se ha complicado de manera notable. Lo tortuoso de este canal es lo que motiva gran parte del riesgo de mortalidad asociado al nacimiento.
La menopausia y la extensa posmenopausia, lo decíamos más arriba, parecen ser universales en todas las mujeres y para todas las poblaciones estudiadas. Incluso a pesar de que la mayoría de esas mujeres, a través de la historia de nuestra especie (y también en la actualidad en muchos sitios del mundo), no hayan sobrevivido el suficiente tiempo como para que estos procesos se manifiesten. Tal circunstancia lleva a plantearnos qué beneficios podría aportar la menopausia cuando los humanos no sobrevivían mucho más allá de los cuarenta años. O lo que es lo mismo, cómo pudo convertirse en universal y característico de la vida reproductora femenina un proceso fisiológico si la mayoría de ellas moría antes de que pudiese expresarse.
Con todo, no debemos pasar por alto que, como muy bien ha expresado la antropóloga estadounidense, profesora de la Universidad de Tübingen, Linda Owen, en su valioso libro Distorting the Past, en el mundo occidental la menopausia hasta hace muy poco tiempo se ha considerado como una «enfermedad degenerativa» o una «enfermedad por deficiencia de estrógenos». Los médicos han elaborado listas de síntomas de la «mujer menopáusica» ignorando que gran número de ellas son asintomáticas. Los estudios etnográficos, continúa esta experta, muestran que la menopausia no está marcada por problemas físicos, emocionales o problemas sociales en muchas sociedades, sino que incluso puede significar una mayor libertad social o un estatus más elevado.
Cada vez son más los estudiosos que coinciden en explicar los años posteriores a la reproducción haciendo referencia al gran número de investigaciones que muestran que en los pueblos cazadores recolectores las mujeres son durante toda su vida importantes abastecedoras de alimentos. Y cuando pierden su capacidad reproductiva, si se mantienen aún vigorosas, siguen siendo abundantes proveedoras de víveres valiosos para el grupo en que viven. Así, al estar exentas de las dificultades que acarrean el embarazo y el parto, su larga experiencia y conocimiento del entorno serán de mucha más utilidad para su comunidad que si intentaran otra reproducción.
Según este razonamiento, evolutivamente la menopausia y los lustros de vida que le siguen podrían entenderse como una ventaja para la especie. La selección natural habría favorecido tal componente distintivo posreproductor en las mujeres porque éstas dejan de ser fértiles mucho antes de ser fisiológicamente viejas. Y durante esa fase no reproductiva, que puede representar hasta un tercio del total de su existencia, la mujer abastecedora dedicará una parte significativa de sus esfuerzos a colaborar sobre todo en la supervivencia de las crías de su tribu. Los menores, mejor alimentados, tendrán así más posibilidades de llegar a la edad adulta y, a su vez, reproducirse, cumpliendo así con una norma básica darwiniana: los más fuertes dejarán más descendencia.
Los estudios etnográficos han revelado, asimismo, que con frecuencia en las sociedades tribales las mujeres mayores alcanzan niveles de gran autoridad, tienen mayor libertad sexual y movilidad geográfica, así como nuevas posibilidades de ganar prestigio y respeto, por ejemplo, como parteras sanadoras o chamanes. Son esenciales participando activamente en la transmisión de conocimientos por vía oral, lo que las convierte en figuras principales encargadas de conservar las tradiciones y conocimientos del grupo (Owen, 2005).
Además, las mujeres mayores en los pueblos tribales suelen asumir responsabilidades que les otorgan una gran influencia en la toma de decisiones importantes y cotidianas. Lejos de ser pasivas, sumisas y dependientes, muchas se convierten en las depositarias y transmisoras de la gran parte de la cultura de sus pueblos.
Referencias
- Diamond, J. (1997). «Hacer más haciendo menos: la evolución de la menopausia femenina». En: ¿Por qué es divertido el sexo? Editorial Debate
- Campillo Álvarez, J. E. (2005). La cadera de Eva. Crítica. Barcelona
- Martínez Pulido, C. (2012). La senda mutilada. Biblioteca Nueva. Madrid
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.
10 comentarios
Un artículo muy interesante. Trabajo, fundamentalmente, sobre mujer y ciencia. Haré referencia cunado pueda a tu artículo, y puedes mandarme otros cuando tengas o darme un enlace donde los pueda ver. Enhorabuena.
Hola Xoana, siento no haber visto tu comentario antes.De todos modos, muchas gracias.
En este blog tengo varias entradas sobre mujeres y evolución biológica y también sobre temas relacionados con la reproducción, que quizás podrían interesarte.
Un saludo cordial,
Carolina
No los más «fuertes» sino los más «aptos»…
Cierto, Abelardo. Para muchos autores es mejor decir los más aptos.
Un saludo
Otra de las causas puede ser el papel como abuela de las mujeres después de la menopausia. Evolutivamente es más rentable ayudar a sus hijas en la crianza de los nietos que tener directamente hijos cuando el cuerpo ya no está en sus mejores condiciones. Las humanos tenemos una niñez mucho más larga que el resto de los animales y exigen un esfuerzo mayor de sus padres y abuelos.
Hola José Luis, creo que ciertamente las mujeres tras la menopausia pueden contribuir a mejorar la alimentación de los dependientes, ya sean niños, mayores, enfermos, etc. Pero otorgarles el papel de abuelas me parece poco sólido. Primero, porque las sociedades del pasado y muchos pueblos de tecnología simple actuales no se organizan bajo la típica forma de familia patrial que conocemos en occidente, sino de formas muy diversas. En mi opinión, las mujeres mayores y sanas pueden ser seres independientes, activos, con gran sabiduría, e incluso llegar a ostentar poder y generar gran respeto en su entorno.
http://www.experientiadocet.com/2009/10/de-como-el-gen-egoista-usa-las-abuelas.html?m=1
Sí, José Luis, conozco la postura de Kristen Hawkes, que es la gran defensora de la hipótesis de la abuela, pero este tema es muy debatido y no hay consenso entre los expertos. A mi personalmente, y no soy una experta, no me convence. Creo que pensar que la menopausia existe para que las mujeres mayores puedan cuidar de sus nietos me parece que es lo mismo de siempre: limitar la función de las mujeres a la maternidad, el cuidado, la familia patriarcal, etc., y transmitir al pasado costumbres del presente. Me inclino mucho más por quienes piensan que ellas usan, y usaron en el pasado, su experiencia para alcanzar status respetados en su comunidad.
Un saludo.
Hola a todos, desde la ingnorancia i el respeto por los estudiosos, profesionales o no de la Antropologia i desde la curiosidad por lo desconocido y que creo que es un rasgo unico del ser humano, tengo una pregunta que necesito que me aclaren.
Los tiempos que estamos viviendo van tan deprisa que creo nos hacen perder la nocion de las eras que ha vivido los seres vivos, cocretamente el ser humano que es tan complejo, por la diferencia evolutiva en conparacion con los otros seres vivos, por no decir los mamiferos o mas concretamente los primates.
La fertilidad de la mujer en conparacion con los demas mamiferos practicamente todo el año, la disponibilidad de engendran hijos, en que medida a contribuido a la proliferacion de la especie.?????
El aprobechamiento del recurso que supone un ser humano para la especie hasta sus ultimos dias, la mujer concretamente con su resistencia para la supervivencia i la aqortacion para la especie sigue siendo importante, a pesar del inconveniente que supone la longetividad cuando el ser humano ya no tiene toda la capacidad fisica i mental. Gracias.
Hola Josep, muchas gracias por tu comentario. La fertilidad de la mujeres, según suponen quienes han estudiado el tema con detalle, parece ser ahora mayor de lo que fue en los orígenes de nuestra especie, Homo sapiens. Se cree que nuestras antepasadas lejanas, las que vivieron en el Paleolítico, tenían una fertilidad semejante a la de nuestras parientes vivas más próximas, chimpancés, gorilas y orangutanas, que tienen crías distanciadas, a veces en años. Con la vida sedentaria y posteriormente con los avances médicos, la fertilidad ha aumentado notablemente. En los pueblos tribales, que viven en contacto con el medio ambiente, las aportaciones de las mujeres a la dieta son muy valiosas para la supervivencia del grupo.
Un cordial saludo
Carolina