Isabel Díaz Carretero: el poder de las rocas potabilizadoras de agua

Vidas científicas

El 11 de febrero celebré un año más (y ya van cinco) el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Como exinvestigadora, apasionada de la ciencia, el mundo natural, el pensamiento racional y comprometida con la lucha por la igualdad de derechos para todas las personas, este día me emociona especialmente. Cierto es que, si hiciéramos una reflexión, sería mejor que este día no existiera. Sería maravilloso que viviéramos en un mundo en el que no hiciera falta reivindicar estas obviedades y que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades de desarrollar su carrera científica que los hombres. Pero desgraciadamente aún queda mucho trabajo por hacer.

Después de la resaca del 11 de febrero me dirigía al trabajo somnolienta, como de costumbre, y comencé a escuchar un programa de radio en formato podcast que me suele entretener e informar durante esos tediosos trayectos en metro en hora punta. Aquel programa incluía un homenaje a las mujeres científicas de nuestro país y repasaba el trabajo de algunas investigadoras que habían logrado resultados ciertamente interesantes en diversos campos de la ciencia, como las matemáticas, la geología, la química o las ciencias del mar.

Isabel Díaz Carretero. Captura de pantalla de
Revista NUVE- CSIC posibilita el acceso a agua potable en zonas rurales de Etiopía (2019).

De entre las científicas que participaron en el programa hubo una que me llamó especialmente la atención y que desconocía por completo (al igual que el resto de investigadoras, lamentablemente): la química Isabel Díaz Carretero, científica titular del Grupo de Tamices Moleculares en Instituto de Catálisis y Petroleoquímica del CSIC. Isabel, de voz simpática y dicharachera, relataba cómo se había marchado a Etiopía por motivos personales y acabó estudiando las zeolitas, unas rocas con unas características muy particulares que tenían la propiedad de purificar el agua.

Pasión por los átomos

Isabel Díaz Carretero se doctoró en Química por la Universidad Autónoma de Madrid en 2001 con un Premio Extraordinario de Doctorado. Ahí comenzaba su brillante carrera científica, que la llevó a ser Becaria Fulbright en la Universidad de Massachusetts y en la Universidad de Minnesota después de doctorarse, y a realizar una estancia de un año en Japón. Parte de su formación consistió en especializarse en microscopía electrónica de transmisión, es decir, se convirtió en una experta observadora de átomos al microscopio.

Con el tiempo, y gracias a una charla de un investigador que la dejó fascinada, se interesó en la estructura atómica de las zeolitas. Estas rocas suponían un reto apasionante para Isabel: eran extremadamente difíciles de observar al microscopio ya que se descomponen muy rápidamente.

Las zeolitas tienen una estructura microporosa que actúa como una especie de “colador” y que les permite transformar la materia. Son catalizadores de reacciones químicas, por eso en la industria se emplean para acelerar el proceso de obtención o eliminación de sustancias. Existen zeolitas sintéticas (las de los detergentes de lavadora, por ejemplo) y naturales.

Una química española en Addis Abeba

Por circunstancias de la vida, Isabel se fue a vivir a Etiopía, donde abundaban las zeolitas naturales. Una vez establecida en el país se percató de que existía un grave problema de exceso de flúor en las aguas y que esto repercutía directamente en la salud de las personas. Esta exposición a altas concentraciones de flúor se denomina fluorosis y provoca que los huesos y los dientes se debiliten y se quiebren. El Valle del Rift en Etiopía posee grandes yacimientos de estilbita, un tipo de zeolita, así que Isabel lo tuvo claro: iba a estudiar si esas rocas podían de alguna manera eliminar el exceso de flúor de los acuíferos etíopes.

Fluorosis dental. Imagen: Wikimedia Commons.

En colaboración con la Universidad de Addis Abeba y tras varios años de trabajo, Isabel y su equipo desarrollaron en 2013 una patente que mostraba cómo una modificación química sobre la superficie de la zeolita era capaz de conferirle la propiedad de adsorber el flúor del agua hasta que la concentración queda por debajo de 1,5 mg/L, límite establecido por la Organización Mundial de la Salud. Para purificar el agua, ésta se pasa por un contenedor con la zeolita modificada y el ion fluoruro queda atrapado por contacto, tal y como ocurre en dientes y huesos.

Tratándose de la primera patente de la Universidad de Addis Abeba, llamó inmediatamente la atención de la prensa y las empresas comenzaron a interesarse por la nueva tecnología. Finalmente, una empresa canaria, Tagua S. L., compró la patente y se dispuso a fabricar los filtros de zeolita a escala comercial, financiando al grupo de Isabel para que ayudara a pulir la técnica.

Aplicar el conocimiento para dejar huella en la sociedad

Al margen de la explotación con fines comerciales de la patente, el CSIC estableció paralelamente una fructífera colaboración con la ONG Amigos de Silva, gracias a la cual a día de hoy se han podido inaugurar dos plantas potabilizadoras con zeolitas en las localidades de Dida y Obe, a 160 km al sur de Addis Abeba. En ambas zonas hay una alta incidencia de fluorosis.

Esta tecnología es barata y tiene poco impacto en el medio ambiente, ya que la roca se encuentra en grandes cantidades en el propio país africano. Además, las zeolitas se localizan en la superficie y no es necesario abrir una mina para su extracción.

Después de escuchar la intervención de Isabel en aquel programa de radio, estuve investigando y me topé con un vídeo de una extraordinaria ponencia suya en la segunda edición de Talent Woman España de noviembre de 2019. La energía que transmite es arrolladora. Es una mujer expresiva, cercana y divertida, y narra su historia con pasión, instándonos a despojarnos de prejuicios y a salir de las cuatro paredes del laboratorio o el despacho para adentrarnos en el mundo real y aplicar nuestros conocimientos para mejorar el mundo. Como bien dice en su charla:

Los primeros prejuicios que tenemos las personas son sobre nosotras mismas. Siempre tendemos a encasillarnos y pensamos que somos capaces de realizar muchas menos cosas de las que en realidad somos capaces de hacer.

Gracias, Isabel, por inspirarnos a seguir adelante y por ser un maravilloso referente para las nuevas generaciones de mujeres científicas. Ojalá pronto llegue el día en el que el 11 de febrero sea un día más en el calendario y no haya que seguir reivindicando la igualdad entre mujeres y hombres en la ciencia porque ya se haya conseguido.

Sobre la autora

Estibaliz Urarte es doctora en biología y divulgadora. En 2014 creó El Jardín de Mendel, un vehículo para que la ciencia llegue a todos los públicos. Actualmente trabaja en la Fundació Sant Joan de Déu dentro del Área de Participación del Paciente en la Investigación y es miembro del Grupo de Perspectiva de Género de la Asociación Catalana de Comunicación Científica.

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