Ynes E. J. Mexia, fructífera combinación entre amor a la ciencia y a la aventura

Vidas científicas

Ynes Mexia. Bancroft Library, UCB.

Entre las científicas amantes de los espacios naturales y el placer de internarse en ellos, cabe recordar a Ynes Mexia (1870-1938), una botánica que supo combinar su gran fascinación por el mundo vegetal y un audaz espíritu aventurero. Lo hizo con tanto acierto que hoy se encuentra entre las profesionales más exitosas de su tiempo.

Nacida el 24 de mayo de 1870 en Washington D.C. era hija de Enrique Mexia, un diplomático mejicano y de la estadounidense Sarah Wilme, un azar que le permitió disfrutar de la doble nacionalidad mexicana-estadounidense. Según han relatado diversos autores y autoras, su carrera profesional fue corta, ya que solo abarcó los últimos 13 años de su vida. No obstante, este periodo de tiempo resultó muy productivo ya que lo aprovechó viajando por el continente americano, a menudo sola, recolectando miles de plantas que le permitieron crear y organizar un extenso y valioso herbario. El gran reconocimiento que alcanzó entre la comunidad especializada se debió no solo a la cantidad de ejemplares que recolectó, sino también al número de kilómetros que recorrió. Según la Enciclopedia Británica, «sus descubrimientos contribuyeron a clarificar y complementar numerosos registros botánicos». Esta original botánica murió relativamente pronto, a los 68 años de edad, el 12 julio de 1938.

Ynes Mexia tuvo una vida muy turbulenta. Cuando contaba con solo tres años de edad sus padres se divorciaron, ella permaneció con su madre mientras que su padre regresaba a México. A lo largo de la década siguiente, cambió numerosas veces de lugar de residencia, acudiendo a distintas escuelas privadas en las que tuvo la oportunidad de recibir una buena educación. Fue una niña introvertida, pasaba mucho tiempo leyendo, escribiendo y explorando los alrededores de sus diversos domicilios, tal como puede leerse en la revista Madroño, publicada por California Botanical Society.

En 1887, cuando tenía 17 años, se trasladó a la ciudad de México para ayudar a su padre que estaba enfermo y tenía un negocio de mascotas y aves. En 1897, se casó con un comerciante local, Herman de Laue, y continuó cuidando a su padre hasta que este murió. En 1904, también fallecía su marido, según informa el blog The Glinda Factor que conmemora la historia de las mujeres americanas.

Tras un tiempo de vida solitaria gestionando la propiedad heredada, Ynes Mexia volvió a casarse, esta vez con Agustín Reygados, uno de sus empleados. El matrimonio resultó un desastre; las malas decisiones del marido llevaron a la bancarrota de la hacienda. Tantas desventuras provocaron en ella una crisis mental y física que la condujo a divorciarse y retornar a los Estados Unidos. Con 38 años de edad, sin familia, sin trabajo, y con la libertad de elegir cualquier lugar del país para empezar de nuevo, optó por establecerse en San Francisco donde, como se relata en Early Women in Science, encontró empleo como trabajadora social y recibió cuidados médicos adecuados.

En California, Ynes Mexia se unió a una asociación de senderistas llamada Sierra Club, con la que realizó numerosas excursiones. Estas largas caminatas le resultaron sumamente estimulantes y despertaron en ella una notable pasión por la vida al aire libre, junto a una creciente fascinación por los magníficos bosques en los que se adentraban y el rico mundo vegetal que contemplaba. Al encontrarse con las majestuosas secuoyas de aquellos entornos, germinó en ella un poderoso interés por el ambientalismo, por la lucha para conservar tan bellos árboles y el paisaje que se desplegaba ante sus ojos. A partir de entonces, hizo suya la necesidad de preservar los espacios naturales incorporándose al creciente movimiento dedicado a la creación y conservación de parques nacionales.

Secuoyas (Ruta Estatal de California 254). Wikimedia Commons.

Cuanto más se adentraba por los bosques, mayor era su deseo por aumentar sus conocimientos sobre las plantas, hasta el punto que decidió acudir a la Universidad de California, campus de Berkeley, y matricularse en Ciencias Naturales (The Glinda Factor). Corría el año 1921 y Mexia contaba ya con 51 años de edad, por lo que era una estudiante muy poco convencional asistiendo a clases junto a jóvenes 30 años menores que ella.

No cabe duda de que se trataba de una opción muy poco frecuente, sobre todo entre las mujeres de la sociedad de aquel tiempo. Sin embargo, Ynes Mexia, pese a ser considerada con extrañeza en las aulas dada su edad, el hecho de ser mujer y medio hispana, supo superar esta situación con notable desenvoltura. Decidió perseverar en la botánica acumulando conocimientos que representaron un poderoso incentivo para su creciente vocación.

A lo largo de los 16 años que siguieron asistió a numerosas clases, aunque no completó su grado en ciencias; su objetivo era otro, pues graduarse no formaba parte de su meta. Al respecto, podemos leer en el blog sobre biodiversidad Latino Natural History una acertada reflexión: «la vida de Ynes Mexia es un excelente ejemplo de cómo nunca es demasiado tarde para descubrir la propia vocación».

Mientras estudiaba en la universidad, la entusiasta alumna decidió seguir unas clases adicionales de verano organizadas por la Academia de la Ciencia de California (California Academy of Sciences), donde tuvo la fortuna de conocer a Alice Eastwood (1859-1953), una acreditada científica considerada la creadora de la excelente colección botánica de dicha academia. En aquellas fechas, Eastwood dirigía una serie de excursiones a Sierra Nevada y a la costa donde enseñaba a sus estudiantes las técnicas necesarias para coleccionar y preservar los especímenes vegetales con el fin de que se mantuvieran viables para estudios futuros (The Glinda Factor).

Alice Eastwood se convirtió en una importante amiga y tutora de Ynes Mexia, inculcándole un aspecto básico de su especialidad: la botánica requiere paciencia, cuidado y tiempo. Junto a ella Mexia aprendió la forma de extraer con esmero una planta del suelo y asegurarse que cada parte de ella, esto es, las raíces, las hojas, las flores o los frutos, permaneciesen unidas sin desprenderse ni romperse. Practicó como colocar y presionar cada ejemplar entre dos hojas de un papel especial para eliminar la humedad y evitar que los hongos u otros organismos la deterioraran. Finalmente, aprendió a realizar fotos y a tomar detalladas notas de campo con el fin de identificar con certeza dónde y cuándo se habían recolectado los especímenes guardados.

Tras las valiosas enseñanzas e inestimables consejos de Alice Eastwood, Ynes Mexia comprendió claramente un principio básico para preservar las plantas: si durante la recolección se hacía todo correctamente, los especímenes podrían durar mucho tiempo o incluso para siempre. Con posterioridad, Mexia pasaría largas estancias en bosques de clima lluvioso, llegando a ser una experta en secar y resguardar las muestras que recogía.

Ynes Mexia. Bancroft Library, UCB.

A partir de 1925, esta emprendedora botánica estaba deseosa de viajar siguiendo su propio camino, en vez de sentirse limitada a los organizados itinerarios de las expediciones universitarias. Dado que hablaba bien el castellano, decidió desplazarse por su cuenta en diversos países de América Latina. Con este proyecto en mente, describe The Glinda Factor, planeó cuidadosamente una expedición a México. Realizó un mapa con un ambicioso itinerario de viaje que requeriría desplazamientos tanto por tren como por barco, pues discurría entre varias áreas geográficas de este extenso país. Asimismo, planeó establecer un campamento base en cada pueblo, por lo que tendría que contratar a un guía local que fuera cada mañana con ella por las montañas con el fin de explorar y recolectar nuevos especímenes. Dedicaría las tardes a disecar y catalogar lo recolectado cada día. Por último, elaboró una lista incluyendo todo el equipo que necesitaba para su trabajo.

Evidentemente, el éxito de una expedición tan bien planificada requería disponer de dinero. Para conseguirlo decidió contactar con otros botánicos y ofrecerles el envío de algunos de los especímenes que recolectara a cambio de que la ayudaran económicamente. El resultado fue positivo y en «un bello día de septiembre de 1926», Ynes Mexia desembarcaba llena de entusiasmo en Sinaloa, la costa oeste de México, donde emprendió su acariciado proyecto, tal como ha quedado reflejado en Early Women in Science. A partir de entonces su vida se orientaría como científica independiente.

La anomalía de una mujer emprendedora

En una época en que se desalentaba claramente a las mujeres a viajar sin la «protección» de un hombre, ella recorrió con audacia desde las regiones del norte de Alaska hasta las del sur de Tierra del Fuego. Al igual que en sus clases en la universidad, Ynes Mexia mostró su fuerte personalidad desdeñando los limitantes estereotipos de su entorno. Su nivel de independencia era muy llamativo, ya que a comienzos del siglo XX a las mujeres casadas ni siquiera se les expedían sus propios pasaportes sin el consentimiento del marido.

Los hábitos de esta original botánica sorprendían a la gente con la que se encontraba porque no actuaba de la manera femenina: viajaba sola, montaba a caballo, utilizaba botas y pantalones, y prefería dormir al aire libre incluso si había camas disponibles en algún lugar interior (Early Women in Science). Su sentido aventurero fue tan poderoso que hoy es considerada una gran exploradora y viajera.

La profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Florida, Vassiliki Betty Smocovitis, ha descrito con cierto detalle que hasta entrado el siglo XX «las mujeres fueron activamente disuadidas para que no realizasen trabajos que implicaran largos desplazamientos, ya que ello era considerado anti-femenino y peligroso». Los argumentos propios de la época, continúa la historiadora, enfatizaban que «se requería acampar en el exterior, no se podían lavar el pelo, la higiene personal era difícil de mantener, se vivía una especie de vida salvaje, y todo ello encerraba graves peligros […]. Pero Mexia tenía una fuerte voluntad. Estaba haciendo exactamente el trabajo que deseaba hacer y no pensaba dejarlo», concluye Smocovitis.

Argumentos de este estilo presionaban a las mujeres a ser sedentarias, humildes y modestas, características que eran totalmente ajenas a la personalidad de Mexia. Ella no veía la necesidad de minimizar sus logros, y argumentaba convencida que «si los hombres podían descubrir nuevas especies y darles su nombre, las mujeres también debían hacerlo». De hecho, así ocurrió, ya que descubrió alrededor de 500 especies nuevas de plantas de las que 50 llevan su nombre, algo que aceptó con total naturalidad (The Glinda Factor). Esta audaz botánica logró demostrar que las mujeres podían disfrutar de la libertad de explorar el planeta, apuntando con firmeza: «No creo que haya ningún lugar en el mundo en el que las mujeres no puedan aventurarse», apuntaba la escritora Kate Siber en febrero de 2019.

Expediciones que exteriorizan una profunda y determinada vocación

Desde 1925 en adelante la actividad desplegada por Ynes Mexia fue extraordinaria, ya que pasó trece años recorriendo lugares remotos, muchas veces inhóspitos y arriesgados. En total, realizó siete viajes de recolección altamente productivos. Exploró Alaska, México, Brasil, Perú, Ecuador, Chile y Argentina.

Especimen de Alternanthera porrigens
var. mearsii Eliasson. Ynes Mexia.

Durante sus extensos desplazamientos, Mexia mantuvo su amistad con Alice Eastwood a través de una activa correspondencia desde los múltiples sitios a los que sus viajes de recolección la llevaron. A veces, narraba las dificultades para encontrar papel para secar sus especímenes e incluso existe un telegrama pidiendo a su amiga que le enviara folios secadores. En cierta ocasión, la científica narraba que «mis herbarios estaban llenos y todavía un gran número de plantas me miraban anunciándome que estaban esperando que las recolectara. Esto era terrible para una recolectora tan codiciosa como yo», como puede leerse en las cartas archivadas en el National Park Service.

También en su correspondencia hay muchas menciones a los especímenes que mandaba por barco a la Academia, dando información a Eastwood sobre cuándo esperar al buque y recoger el importante envío, según ha detallado la biógrafa Jane Radcliffe. En este aspecto, cabe señalar que los envíos consistían en una meticulosa tarea donde debía asegurarse que el material llegara en buen estado a su destino. Una vez en San Francisco, los especímenes serían ordenados y almacenados, y entrarían a formar parte de valiosos herbarios para su estudio futuro. En la actualidad, las muestras de aquellas fructíferas expediciones, se conservan principalmente en el prestigioso Herbario Gray de la Universidad de Harvard (Gray Herbarium, Harvard University) y en el Museo de Historia Natural de Chicago (Field Museum of Natural History, Chicago).

En 1928, la determinada botánica logró un importante hito: fue la primera científica en recolectar plantas en lo que hoy es el Parque Nacional Denali (Denali National Park) situado en Alaska. Incluso durante el verano, las condiciones climáticas de aquellas regiones eran muy duras y los desplazamientos complicados. Mexia viajó por la región usando el transporte tradicional, un trineo tirado por perros. Según podemos leer en Glinda Factor, en septiembre de ese año se produjo una enorme tormenta de nieve, quedando la científica y sus perros encallados y aislados hasta que finalmente fueron rescatados.

Al año siguiente, cuando contaba con 59 años de edad, Ynes Mexia viajó a Sudamérica, donde se desplazó en canoa por el río Amazonas y recorrió más de 4.800 kilómetros. Según ha señalado Elizabeth Shor, durante este viaje, que duró dos años y medio, pasó tres meses viviendo con un grupo nativo del Amazonas. También experimentó momentos de peligro cuando la expedición quedó atrapada por una inundación en un barranco de 600 m de profundidad; afortunadamente, tras notables esfuerzos lograron escapar. El extenso viaje acabó en las fuentes del río Amazonas, en los Andes. Durante esa extensa expedición fue brevemente acompañada por su colega, la reconocida botánica estadounidense Mary Agnes Chase.

El interés y la curiosidad de Mexia por las plantas poco conocidas o nuevas era insaciable. Por aquellas fechas había oído hablar de un árbol colombiano llamado palma de cera, que podía sobrevivir en altitudes más altas y frías que la mayoría de las palmeras. Sin dudarlo, relata la escritora Margo McLoone, y pese a que ya contaba con 63 años de edad, decidió organizar una expedición para encontrarla.

Palmas de cera en el Valle de Cocora (Quindío, Colombia). Wikimedia Commons.

El camino no era nada fácil, debido a que el grupo que la botánica organizó tuvo que trepar por una empinada montaña bajo un calor sofocante. Cuando estaban próximos a su destino, según se narra en The Glinda Factor, las temperaturas bajaron y se desencadenó una lluvia torrencial que provocó que la mayor parte del equipo deseara volver al campamento base. Ynes Mexia, consciente de que si retornaban ella nunca volvería a estar otra vez tan cerca de la exótica palma de cera, desplegó toda su capacidad de persuasión. Con hábiles argumentos convenció al equipo para quedarse y construir un refugio empleando cuerdas, ponchos y plantas silvestres. Asimismo, preparó para todos un guiso con agua de su cantimplora, papas y guisantes.

Bajo estas circunstancias, disponiendo de refugio y comida, esperaron a que la tormenta pasase. Finalmente lograron su objetivo y encontraron la deseada palma de cera; consiguieron tomar múltiples notas, realizar diversas fotografías y mediciones antes de emprender el regreso. Al narrar esta experiencia, la botánica ha dejado escrito: «Comenzamos el viaje de vuelta muy cansados, muy acalorados, muy sucios, pero muy felices».

Valga apuntar que desde 1952 la palma de cera (Ceroxylon quindiuense) es el árbol nacional de Colombia. Es la palmera más grande del mundo, puede alcanzar hasta los 70 metros de altura y debe su nombre a que el tronco es cilíndrico, liso y se va cubriendo de cera a medida que el vegetal crece (Wikipedia).

Ynes Mexia, pese a su irreductible independencia, disfrutaba compartiendo sus experiencias cuando retornaba de los viajes. En este sentido, fue una narradora con notable talento que impartió conferencias por todo San Francisco y escribió informes sobre sus expediciones de recolección para diversas publicaciones. También aprovechaba sus periodos de regreso para retomar las clases de botánica en la universidad con el deseo de ampliar conocimientos y perfeccionar aún más su trabajo (The Glinda Factor).

En la interesante biografía sobre Ynes Mexia conservada en el Natural History Museum, California, se apunta que la mayor parte de sus expediciones fueron financiadas gracias a la venta de los especímenes que descubría. De hecho, a medida que su reputación fue creciendo con el tiempo, también fue aumentando el número de los sponsors dispuestos a financiar sus viajes.

Especimen botánico de Meniscium reticulatum.
Ynes Mexia.

La última expedición de Ynes Mexia tuvo lugar en Oxaca, México, allí enfermó y fue diagnosticada de una grave enfermedad: cáncer de pulmón. Se vio entonces obligada a abandonar el viaje y desplazarse a los Estados Unidos. Tristemente, en el momento en que la enfermedad fue descubierta estaba ya muy avanzada y no se pudo hacer nada por su vida. Unos pocos meses más tarde, el 12 de julio de 1938, esta valiente y original científica fallecía a los 68 años de edad.

Los colegas y colaboradores de Ynes Mexía la recuerdan, como detalla la escritora Lisa Yount, por su trabajo de campo, meticuloso y preciso, por sus habilidades como recolectora botánica, por su resistencia frente a las dificultades y condiciones peligrosas, así como por su personalidad impulsiva y rebelde, pero muy generosa. En la actualidad, es ampliamente admitido que los conocimientos sobre la cultura y la naturaleza de América Central y Sudamérica, así como el buen manejo del español que poseía Mexia, resultaron de gran ayuda e impulsaron el trabajo de muchos de sus colegas.

Recordemos a título de ejemplo que Thomas Harper Goodspeed (1887-1966), un respetado científico que fue director del Jardín Botánico de la Universidad de California (University of California Botanical Garden), tras sus viajes con Mexia a las montañas de los Andes, dejaba escrito que «los consejos e información que ella nos dio en relación con la vida primitiva en los Andes […] fueron sencillamente invalorables», ha anotado la escritora Lisa Yount.

Ciertamente, pese a que Ynes Mexía tuvo una carrera profesional muy corta, solo 13 años, en comparación con muchos otros académicos, recolectó un enorme número de especímenes vegetales. De acuerdo con los Archivos de la Universidad de California, coleccionó 145 000 ejemplares durante sus viajes, 500 de los cuales eran especies nuevas. A partir de su trabajo, se han descrito al menos dos géneros nuevos. Uno de ellos, Mexianthus, fue nombrado en su honor y solo se conoce la especie Mexianthus mexicanus nativa de Jalisco, México occidental. El otro género, también originario de México, recibe el nombre de Spumula quadrifida. En la actualidad, según los escritos de Elizabeth Shor, las y los conservadores todavía están trabajando en catalogar toda su colección de especímenes, y ya se han nombrado 50 especies nuevas con su nombre.

Todas estas valiosas aportaciones a la hermosa disciplina de la botánica, tras la muerte de Mexia, fueron escasamente valoradas en su verdadera dimensión, a diferencia de lo sucedido con sus colegas masculinos contemporáneos. Sólo hace relativamente poco tiempo, gracias a los avances logrados por los perseverantes estudios con perspectiva de género, Ynes Mexia ha dejado de ser considerada como una «coleccionista» botánica, siendo ahora reconocida como lo que realmente fue: una valiente y consumada científica de la botánica.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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