Los orígenes de Homo sapiens revelan una compleja red de supuestos y evidencias

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Los orígenes de nuestra especie han estado desde siempre rodeados de un cierto misterio, generando numerosos interrogantes entre quienes intentan descifrarlos. La incógnita ha perdurado, debido sobre todo, a la escasez de restos fósiles que permitan acceder a una información amplia y contrastada. Por lo tanto, pese a que el origen de los humanos anatómicamente modernos se ha debatido durante largas décadas, el lugar y la fecha aproximada donde surgieron, siguen siendo fuente de múltiples debates.

Hasta hace muy poco tiempo, la mayor parte de la comunidad de especialistas asumía que los fósiles más antiguos de nuestra especie (the oldest fossils of our species) se correspondían con unos restos descubiertos en el valle del río Omo, al sur de Etiopía. En 2005, aplicando nuevos métodos, se calculó que su edad probablemente oscilaba en torno a los 195 000 años.

Valle del río Omo. Imagen: Wikimedia Commons.

También era mayoritariamente admitido que, tras su origen en esa región etíope, la humanidad moderna empezaría su expansión por todo el continente mucho después. Hace aproximadamente 70 000 años, un reducido grupo de Homo sapiens habría emprendido un ambicioso camino: salir de África y aventurarse hacia territorios y horizontes cada vez más lejanos.

Durante la última década, sin embargo, los y las especialistas han empezado a tomar consciencia de que algunos fósiles recientemente descubiertos no acababan de encajar dentro de esa narrativa convenida. Por el contrario, tal como ha expresado el reconocido escritor científico y periodista especializado en temas de evolución biológica, Carl Zimmer, «hay hallazgos que parecen revelar que el origen de la humanidad moderna responde a un proceso mucho más dinámico de lo imaginado».

Tales sospechas se han visto acentuadas por un impactante artículo publicado el 7 de junio de 2017 en la revista Nature. El trabajo describe el hallazgo de fósiles humanos notablemente antiguos en el sitio menos esperado: el norte de África. La comunidad científica mostró una justificada agitación porque los restos recuperados podrían modificar la historia evolutiva de Homo sapiens. Acerquémonos brevemente a este singular hallazgo.

Los fósiles de Jebel Irhoud, Marruecos

En una desértica montaña del norte de Marruecos, a cien kilómetros al oeste de Marrakesh y en las proximidades de la costa atlántica, se encuentra un antiguo yacimiento llamado Jebel Irhoud. Después de intensas excavaciones a lo largo de varios años, el director del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Department of Human Evolution at the Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology, Leipzig), Jean-Jacques Hublin, lograba, junto a un especializado equipo de trabajo internacional, recuperar unos valiosos restos fósiles probablemente pertenecientes a Homo sapiens, acompañados de varias herramientas de piedra tallada.

Algunas de las herramientas encontradas en Jebel Irhoud.
Imagen: Wikimedia Commons.

Los miembros del Instituto Max Planck, que tenían una larga tradición en excavar diversos yacimientos africanos con el fin de estudiar los orígenes de la humanidad moderna en África, desenterraron en Jebel Irhoud los restos de cinco personas. Incluían partes de un cráneo y de la cara, una mandíbula y algunos dientes, además de otras muestras de la presencia humana. Colectivamente pensaron, tal como se refleja en el resumen publicado por Nature (Editorial Summary), que el conjunto de estructuras afloradas permitía asignar los fósiles a las primeras fases evolutivas de Homo sapiens.

Un grupo de geólogos especialistas, también del Instituto Max Planck, hacía público en el mismo número de Nature que los fósiles recuperados del yacimiento marroquí tenían unos 300.000 años antigüedad. Como sintetiza el reportero y Jefe de Redacción para Europa (Locum Bureau Chief) de esta revista, Ewen Callaway, el lugar se dató usando dos métodos diferentes: termoluminiscencia sobre los utensilios de piedra hallados en el yacimiento, y medidas de radiactividad en los sedimentos. Sus resultados señalaron que todos los restos humanos encontrados tenían entre 280 000 y 350 000 años.

El asombro fue grande puesto que esa edad sugería que Homo sapiens podría haber surgido al menos 100 000 años antes de lo pensado. Y no solo eso, sino que además, los procesos evolutivos que subyacen a la emergencia de los humanos modernos dejarían de estar confinados al África subsahariana. Dos innovaciones drásticas del modelo hasta el momento asumido.

Antes de entrar en el movido debate que tales resultados generaron en la comunidad especializada, y también entre el público en general, nos parece de interés destacar a las expertas que formaron parte del equipo que hizo el sonado descubrimiento.

Participación de las científicas

El artículo publicado en Nature estaba firmado por once especialistas, de los cuales cinco son científicas. Una de las más acreditadas es Shara E. Bailey, profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York e investigadora asociada al Instituto Max Planck de Leipzig.

Shara Bailey.

Bailey es una reconocida antropóloga dedicada al estudio de los dientes fósiles con el fin de intentar responder a numerosas preguntas sobre la evolución humana. Como ella misma ha especificado, «ya desde la primera mitad del siglo XX los y las expertas empezaron a preguntarse si los rasgos dentales podrían contribuir a mejorar nuestros conocimientos sobre los orígenes humanos». La respuesta llegaba en las últimas décadas, cuando el aumento del número de dientes fósiles de homininos, junto a la mejora en la precisión de las técnicas utilizadas para analizarlos, los han convertido en objetos de estudio portadores de valiosa información.

Bailey, que además forma parte del equipo editorial del acreditado Journal of Paleolithic Archaeology, ha participado activamente en numerosos equipos de investigación internacionales descifrando el mensaje contenido en dentaduras excavadas en diversos yacimientos. Citemos, a título de ejemplo, su colaboración en el estudio dental de una nueva especie humana, Homo naledi, descubierta en Sudáfrica y descrita en 2014. Asimismo, la científica estadounidense contribuyó a la descripción de la inusual estructura dental detectada en un fragmento de mandíbula humana con dos grandes molares adheridos encontrada en una cueva del Tibet e identificada en 2019. Los meticulosos estudios de S. Bailey desde la perspectiva de la evolución de las piezas dentales, han contribuido a demostrar la gran variabilidad desplegada por los homininos del pasado y su evolución.

Las valiosas contribuciones de esta experta al grupo de trabajo dirigido por su colega Jean Jaques Hublin en Jebel Irhoud, resultó de suma utilidad para completar y enriquecer las conclusiones alcanzadas por el equipo, contribuyendo también a fomentar el complejo debate generado.

Además de sus destacados aportes al estudio de nuestros orígenes, Shara Bailey es directora del «Programa de Mujeres y Ciencias del Colegio de Artes y Ciencias de la Universidad de Nueva York» (Women in Science Program in NYU’s College of Arts and Sciences). Se trata de un Programa cuyo principal objetivo es fomentar el talento de mujeres estudiantes aún no graduadas, y que con alto rendimiento académico hayan mostrado su interés en carreras enfocadas a la investigación en ciencias y matemáticas.

Como decíamos más arriba, fueron cinco las científicas que participaron en el artículo publicado en Nature sobre los singulares fósiles del norte de Marruecos. Trabajando en la misma línea que Shara Bailey, colaboró la investigadora postdoctoral del Instituto Max Planck, Adeline Le Cabec, especializada en morfología dental de humanos modernos y neandertales. Sus hallazgos se han podido interpretar en el marco de una hipótesis que sugiere el uso de los dientes como herramientas, es decir, que también podrían usarse como si fuesen una «tercera mano», además, claro está, de su habitual función masticatoria.

Asimismo, el equipo de Jebel Irhoud contó con la participación de la doctora en antropología por la Universidad de Nueva York, Sarah E. Freidline. Esta joven científica explica, en la página web del Instituto Max Planck, que ha enfocado su investigación en las variaciones de las estructuras morfológicas craneales y faciales; tales estudios tienen entre sus fines el descubrir «las relaciones filogenéticas [de parentesco] entre los humanos modernos africanos y los de Eurasia durante el Pleistoceno Medio [780 000-120 000 años atrás]». Sus aportaciones contribuyeron a describir los restos de cráneo y cara hallados en el yacimiento marroquí, alimentando el debate sobre su pertenencia a humanos modernos.

Adeline Le Cabec, Sarah E. Freidline, Inga Bergmann y Katerina Harvati.

Otra colaboradora fue la estudiante de doctorado del Instituto Max Planck, Inga Bergmann. Graduada en Arqueología, tuvo la oportunidad de formar parte del grupo que excavó en Jebel Irhoud gracias a su proyecto de tesis doctoral. Éste estaba basado en el análisis de la variabilidad morfológica y la evolución de la mandíbula de Homo sapiens y sus antepasados. Como explica la entonces doctoranda, «la mandíbula representa el hueso más fuerte y duradero de nuestro esqueleto, por lo que constituye un objeto de investigación muy valioso cuando se extrae de los yacimientos fósiles».

El equipo que trabajó en el norte de Marruecos pudo contar también con la colaboración de la acreditada paleoantropóloga de origen griego, Katerina Harvati, profesora de la Universidad de Tübingen. Dado el prestigio de esta científica y el considerable interés de su trabajo, hemos optado por dedicarle un próximo artículo.

El notable eco de los hallazgos marroquíes

Los restos fósiles excavados en Jebel Irhoud no solo han despertado gran interés en la comunidad científica porque, insistimos, parecen indicar que Homo sapiens se originó al menos 100 000 años antes de lo oficialmente asumido. Además, también podrían indicar que la humanidad moderna surgió en todo el continente africano, y no en una localidad única. En pocas palabras, los fósiles marroquíes sugieren que nuestra especie podría ser mucho más antigua de lo supuesto, y que su emergencia no habría estado limitada solo al África subsahariana.

Cráneo Jebel Irhoud 1, H. sapiens adulto de hace 160 000 años. Imagen: Wikimedia Commons.

En este sentido, el paleoantropólogo del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck, coautor de los nuevos estudios sobre fósiles humanos publicados en Nature, Philipp Gunz, ha detallado al escritor especializado en temas de evolución biológica Carl Zimmer, que «no hemos evolucionado en una única “cuna de la humanidad” situada en algún lugar del este de África» (cradle of humankind in East Africa). Por el contrario, insiste el experto con firmeza, debería admitirse que «hemos evolucionado en múltiples lugares del continente africano» (evolved in multiple locations).

La relevancia de estas afirmaciones llevó el yacimiento de Jebel Irhoud a la portada de la mayor parte de los medios de comunicación del mundo, removiendo considerablemente el debate en torno a nuestros orígenes. Como suele suceder con los hallazgos espectaculares, no toda la comunidad de especialistas se mostraría de acuerdo con sus hipótesis de trabajo. Hay expertos y expertas que dudan seriamente que los fósiles hallados pertenezcan a representantes tempranos de Homo sapiens.

Además de quienes firmaron el artículo de Nature, el acreditado paleoantropólogo Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres y coautor de un artículo News & Views publicado en la misma revista, se muestra convencido de que los huesos del yacimiento marroquí sí pertenecen al linaje de Homo sapiens. «Marruecos pasa de ser considerado un remanso en la evolución de nuestra especie a tener una posición prominente», sostiene este experto.

Entre las voces discrepantes, esto es, las que no incluyen los nuevos restos dentro de nuestra especie, se encuentran especialistas de reconocida autoridad. Por ejemplo, el paleoantropólogo Jeffrey H. Schwartz, de la Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania. Considera que los hallazgos de Jebel Irhoud son importantes, pero no está convencido de que deban ser considerados Homo sapiens. En su opinión, se han incorporado demasiados fósiles de aspecto diferente en el mismo grupo, complicando los esfuerzos para plantear escenarios sobre cómo, cuándo y dónde surgió nuestra especie; y así lo ha manifestado con claridad en diversos medios.

El acreditado doctor en Biología José María Bermúdez de Castro, uno de los codirectores del Proyecto Atapuerca, Burgos, también cuestiona que los restos de Jebel Irhoud puedan catalogarse como los más antiguos de nuestra especie. La cabeza «no se corresponde del todo con Homo sapiens. Tiene un neurocráneo, la parte donde se alberga el cerebro, que no es exactamente igual que el nuestro. Es más aplanado», puntualizaba el científico en una entrevista ante varios medios de comunicación en agosto de 2017, aclarando que «nuestra especie se caracteriza por tener un cráneo más esférico».

En la misma línea, la respetada doctora María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), opina que la falta de los rasgos que definen a nuestra especie –como un mentón y una frente prominente– indica que los restos de Jebel Irhoud no deberían ser considerados Homo sapiens. La experta ha comentado al periodista científico del diario El País, Manuel Asende, que «lo de Jebel Irhoud son “presapiens”, hasta que se demuestre lo contrario».

Jessica Thompson, antropóloga de la Universidad de Emory (Emory University, Atlanta, EE. UU.), explicaba en la sección de Ciencia del periódico The Guardian al editor Ian Sample, que los fósiles de Jebel Irhoud dan una visión directa de la apariencia de los primeros miembros de nuestra especie, así como de su comportamiento. Sin embargo, opina que los rasgos de cara «no son como los de una persona hoy viva […], pero definitivamente sí se reconoce como humana». En su opinión, parecería que en África, «nuestra evolución estuvo caracterizada por numerosas especies diferentes viviendo todas al mismo tiempo y posiblemente incluso en los mismos lugares».

Cráneo Jebel Irhoud 1, H. sapiens adulto de hace 160 000 años. Imagen: Wikimedia Commons.

En esta tesitura, un análisis genómico podría establecer claramente si los fósiles de Jebel Irhoud forman o no parte del linaje que conduce a los seres humanos modernos. Pero el equipo de investigación del Instituto Max Planck ha revelado que sus esfuerzos para obtener ADN de los huesos recuperados de momento han fallado. Los infructuosos resultados podrían deberse a la difícil conservación del material genético a temperaturas cálidas. El equipo investigador, sin embargo, no ha cejado en su objetivo; se muestran convencidos de que nuevos hallazgos, sumados a la mejora de las técnicas empleadas, puedan propiciar en tiempos próximos algún avance.

El genetista del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, Carles Lalueza-Fox, uno de los mejores expertos mundiales en ADN antiguo, ha manifestado cierto recelo ante la posible edad de los fósiles hallados en Jebel Irhoud. En una conversación mantenida con el periodista Manuel Asende, Lalueza explicaba que «el que haya restos parecidos a los primeros Homo sapiens no es incompatible con el hecho de que las estimaciones genéticas realizadas hasta ahora sigan situando el origen de la diversidad genética actual en unos 200 000 años».

Al respecto, este experto opina que «el panorama del ser humano en África en los albores de nuestra especie es mucho más complejo de lo que habíamos pensado. Probablemente coexistieron formas muy diversas con morfologías más o menos modernas, junto con otras más primitivas, y sin duda por todo el continente».

Por su parte, el doctor en ciencias geológicas del Instituto Geológico y Minero de España, Juan Cruz Larrasoaña, que ha colaborado en la reconstrucción del clima del norte de África durante el Paleolítico, explicaba a Manuel Asende que «el Sahara no siempre fue una barrera […]. Aparecerán fósiles de edades insospechadas en lugares inesperados. Y cada hallazgo desmontará algún paradigma».

Resulta claro que la controvertida cuestión sobre nuestros orígenes está todavía alejada de un consenso amplio. Flota en el aire una candente pregunta: ¿Tendrá que volverse a escribir la historia evolutiva de Homo sapiens? Responderla representa un estimulante desafío, y en este nuevo reto que la ciencia brinda, igual que en otras áreas de investigación, seguro que las científicas seguirán jugando un papel tan destacado como imprescindible.

Posdata

Convencida del derecho a la igualdad y al respeto que merecen las mujeres científicas, siento la obligación de hacerme eco de una denuncia en la que está implicado el director del Departamento de Antropología Evolutiva del Instituto Max Planck citado en este artículo, Jean-Jaques Hublin, y que resumimos a continuación.

En el año 2019, un numeroso grupo anónimo de jóvenes que estaban empezando su carrera investigadora decidió boicotear el encuentro anual de la Sociedad Europea para el estudio de la Evolución Humana (European Society for the Study of Human Evolution), presidida por Jean Jeaques Hublin. El colectivo denunciaba que el presidente había sido acusado de haber perseguido sexualmente a diversas jóvenes científicas y de despedir a una investigadora postdoctoral por celos, así como de otros abusos semejantes. También se revelaba que Hublin había acosado a más investigadores «en torno a temas relacionados con la propiedad intelectual y la coautoría». En su respuesta, Hublin negó todas las acusaciones, calificándolas de «una mezcla tóxica de medias verdades, rivalidad profesional, y teoría de conspiración propagada por personas que no tenían pruebas».

Este lamentable asunto puede leerse completo en Scholars Boycott Meeting, Citing Misconduct Accusations, publicado en The Scientist el 30 de agosto de 2019.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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