Ellen Ochoa, la astronauta que musicalizó el infinito y diversificó la NASA desde la óptica del beneficio aeroespacial (II)

Vidas científicas

Continuación de Ellen Ochoa, la astronauta que musicalizó el infinito y diversificó la NASA desde la óptica del beneficio aeroespacial (I)

Como un astro en la superficie terrestre

La Dra. Ellen Ochoa –quien en sí misma lleva puesta intelecto, pasión y trabajo duro– no tiene nada que envidiarle a una estrella de rock. No sólo porque vio los astros desde cerca, sino porque también se consagró en la Tierra ganando cierto aire de misticismo. Brillante y estelar durante su carrera como científica, astronauta e inventora, obtuvo una de sus mayores satisfacciones gracias a su devoción por la ciencia y la oportunidad de ser vista como una líder hispana.

Desde su primera llegada al espacio se convirtió en una referente científica para una multitud de jóvenes. “Ha sido un verdadero placer tener la oportunidad de hablar con muchos estudiantes de origen hispano y es algo que realmente nunca anticipé cuando me postulé para hacer el curso de astronauta o cuando fui seleccionada astronauta. Literalmente, he dado cientos de presentaciones y charlas a jóvenes que están interesados en la ciencia. En ellos he encontrado mucho entusiasmo y emoción. Me hacen muchas invitaciones, me escriben cartas, me piden autógrafos, me cuentan, por ejemplo, que decidieron hacer su tarea sobre un tema científico tras haber escuchado una de mis charlas o después de conocer lo que estamos haciendo en la NASA”, se explayó sobre su lado icónico.

Además de ser distinguida por el Estado y la comunidad educativa posibilitando que seis escuelas lleven su nombre en Washington, California, Texas, Los Ángeles y Oklahoma gracias a su rol como mentora y oradora científica, Ellen obtuvo una serie de reconocimientos por parte de la NASA: la Medalla de Servicio Distinguido de la NASA, la Medalla de Servicio Excepcional, la Medalla de Liderazgo Destacado y cuatro Medallas de vuelo espacial. También fue multipremiada con el Premio de la Ciencia de la Fundación Harvard, el Premio a los logros sobresalientes en el sector aeroespacial, el Premio al ingeniero hispano Albert Báez por su destacada contribución técnica a la humanidad, el Premio al liderazgo de la herencia hispana y el de Estudiante del año de la Universidad Estatal de San Diego.

La NASA le otorgó el máximo galardón. Imagen: NASA.

¡Pero faltaba más! En el año 1999 su figura cobró aún mayor notoriedad luego de ser seleccionada por el entonces presidente Bill Clinton para servir en la Comisión Presidencial que se encarga de conmemorar el “Mes de la historia de la Mujer” en Estados Unidos.

Líder astronáutica

Consecuente en sus propósitos, la científica no paró de diversificar sus roles. En el 2002 –año en el que realizó su último vuelo espacial–, descubrió su faceta gerencial y avanzó a pasos agigantados. Incrementó sus aptitudes de liderazgo y en el 2013 comenzó a dirigir el Centro Espacial Lyndon B. Johnson en Houston –Texas–. En dicha institución –epicentro de su inicio como astronauta– se realizan actividades de investigación y programas de entrenamiento. En su infraestructura destacan la piscina donde los aspirantes se preparan para las caminatas espaciales y el cuarto de control de las misiones.

Convertida en directora hispana pionera.
Imagen: NASA.

En su rol liderando a otros –donde no había casi nadie que supiera de tampones en 1982– Ellen marcó otro récord. Se convirtió en la primera persona de origen hispano y la segunda mujer en alcanzar ese cargo. “Creo que un líder es alguien que se centra en lo que se necesita para alcanzar una misión y que se ocupa de las personas que son parte del cumplimiento de esa misión”, comentó al respecto.

Tal vez las horas de sueño le resulten insuficientes por su actividad ininterrumpida. La científica –casada con el ingeniero informático Coe Fulmer Miles y madre de dos hijos (uno de ellos le preguntó un día: ¿Mamá, los chicos también pueden ser astronautas, o solo las chicas?)– además de mujer líder es viajera. Viaja para no ser turista. Lleva consigo una maleta de oratoria casi genética para divulgar el conocimiento científico entre jóvenes y animarlos –sobre todo a mujeres– a estudiar carreras STEM. Si bien no tiene una ruta de viaje definida, trata de hablar rutinariamente en los seis colegios nombrados en su honor como la Ánimo Ellen Ochoa Charter Middle School ubicada en los Ángeles. “Les hablo de qué tan importante ha sido para mí la educación y les comparto un video de mí en el espacio”, especifica. Pero en esas charlas y presentaciones no todo es ciencia. También incluye anécdotas sobre otro de sus pasatiempos –la aviación–. Obtuvo la licencia de piloto privado hace más de una década, lo que también le resultó extremadamente útil para ser astronauta. Al entrenarse para realizar misiones espaciales voló «asiento trasero» en el avión T-38.

Tripulante de salón

En el año 2013 la promoción de astronautas de la NASA fue por primera vez paritaria: cuatro mujeres y cuatro hombres; pero en la época de iniciación de Ellen dentro de la astronáutica, la desigualdad era grávida e ingrávida.

“Tarda en llegar y al final hay recompensa” propala la banda argentina de rock Soda Stereo. Si bien la física integra la Sociedad Americana de Óptica (OSA), el Instituto Americano de Aeronáutica y Astronáutica (AIAA), sociedades honorables de Phi Beta Kappa y Sigma Xi, aún le faltaba un aditivo más para brillar como lo hizo reiteradas veces en la galaxia.

El 19 de mayo de 2017, Ellen Ochoa fue homenajeada en una ceremonia en el Kennedy Space Center de Florida. Por su carrera como investigadora, co-inventora de tres patentes, astronauta y gerente, ingresó junto al cosmonauta Michael Foale al Salón de la Fama de la NASA donde también se honra a otras figuras pioneras como Neil Armstrong –el primer ser humano en poner un pie en la Luna–, John Glenn –el primer estadounidense en orbitar la Tierra–, y Alan Shepard –el primer norteamericano en el espacio–.

Ellen Ochoa en la ceremonia de premiación. Imagen: EFE / Gerardo Mora.

Ochoa es la novena mujer que entró al Salón de la Fama y la única hispana, después de Eileen Collins, Bonnie Dunbar, Susan J. Helms, Shannon Lucid, Sally K. Ride, Rhea Sedonn, Kathy Sullivan y Kathryn Thornton.

Durante el ingreso triunfal –con un discurso a la altura de su talla–, la astrofísica de 59 años aprovechó para agradecer a quienes la inspiraron para realizar su propio viaje y enumerar algunos aportes significativos de la NASA para con Estados Unidos y el resto del mundo, como son la expansión del conocimiento científico, beneficios económicos, fomento de la cooperación internacional.

“Finalmente también se trata de liderazgo e inspiración, porque nos estamos desafiando a hacer estas cosas difíciles y a aprender y descubrir más”, finalizó.

Aspiraciones a futuro

Ellen nunca dejó de tener escalofríos al ver un lanzamiento. Estar dentro de la NASA exacerbó su perfeccionismo y también le enseñó lecciones dolorosas. Mantener durante más de dieciséis años a hombres y mujeres viviendo en el espacio en la Estación Espacial Internacional no le resultó nada sencillo. Aunque los controles astronáuticos son exhaustivos, algunas veces un fallo imprevisto puede ser perjudicial. Lamentablemente vivió una mañana accidentada cuando apenas llevaba dos meses como gerente en Control de Misiones. El sábado 1 de febrero del 2003, durante la Misión STS-107, el transbordador espacial Columbia se desintegró al volver a la Tierra y se llevó la vida de sus siete tripulantes. “Fue un acontecimiento tremendamente trágico para el país y ciertamente para todos en la NASA”, recordó la científica con el duelo a cuestas.

Tras recibir aquel cimbronazo, no claudicó su marcha. Conoció la resiliencia. El espacio la desveló desde un inicio y al parecer, así será hasta el fin de sus días. Las metas que se propuso a lo largo de su carrera siempre fueron altas, pero no faltaron algunas ocasiones en las que algunas personas le hicieron sentir que ella no debería haber estado en el espacio, ni ocupar los cargos que ocupó. “Dejaban en claro que las mujeres no pertenecen al campo de la ingeniería o la ciencia”. En el mismo sentido demostró el modo en el que reforzaba su auto motivación. Se decía a sí misma “esta persona realmente no me conoce y no sabe de mis capacidades, mis intereses o mis habilidades para aprender”.

Si bien se jubiló de la NASA después de 30 años de servicio, su pasión no se apaga. Continúa involucrada en actividades de ciencia e ingeniería, participando en el Consejo Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NSB), y en otros consejos corporativos. Retirada como astronauta, dedica parte de su tiempo a su familia, a escribir artículos de divulgación científica y a promover la incursión de mujeres y minorías de Estados Unidos en los campos científicos. Cuando le preguntan sobre aquellas mujeres científicas que no son valoradas en la sociedad, Ellen responde con ímpetu: “Las necesitamos, necesitamos sus cerebros”. Y no hace distinción alguna: “Necesitamos las mentes de las mujeres tanto como las de los hombres”.

A los 61 años, la ex astronauta que se acostumbró a pasar de la luz a la oscuridad muchas veces en un mismo día, desconoce lo imposible. Como mujer de ciencia es consciente de que aún faltan cosas por descubrir y que rendirse ni siquiera es una posibilidad. Dicen que el deseo es el mejor arquitecto de los sueños y que la ciencia suele cumplirlos. Como inventora de la óptica del beneficio, Ellen sigue soñando. Sueña con lejanía. Anhela enviar humanos a Marte en el 2030. Así que si los avances tecnológicos, el presupuesto para el proyecto y la voluntad política la acompañan, nos catapultará hacia el planeta rojo y más allá.

Referencias

Sobre la autora

Jessica Brahin. Periodista, Internacionalista y escritora.

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