Mary Wortley Montagu y la inoculación de viruela

Ciencia y más

Mary Wortley Montagu (hacia 1716).
Imagen: Wikimedia Commons.

Aunque todos atribuimos a Edward Jenner el descubrimiento de la vacuna contra la viruela, lo cierto es que, años antes, cuando Jenner ni siquiera había nacido, hubo una mujer que extendió por Europa la práctica de inocular a niños y jóvenes con pus de enfermos para inmunizarles frente a esta enfermedad.

Hablamos de Mary Wortley Montagu (1689-1762), una mujer de origen aristócrata que vivió una vida nada convencional para los cánones de la época. Lady Montagu, cuyo nombre de soltera era Mary Pierrepoint, fue una autodidacta que aprovechó, desde su más tierna infancia, la posibilidad de aprender idiomas y de estudiar a los clásicos en la biblioteca de su padre. Escribía poesía y ensayos, se declaraba una amante de la lectura y llegó a dirigirse al obispo de Salisbury para quejarse de las dificultades que tenían las mujeres para acceder a la cultura.

Ella, sin embargo, no se conformó con seguir el camino marcado para una joven de su categoría social. Huyó de un matrimonio pactado para casarse por amor con Edward Wortley Montagu, quien en 1716 fue nombrado embajador de la corte turca. De este modo, lady Montagu acabó mudándose con su familia a Constantinopla (actual Estambul) y, gracias a su curiosidad natural, logró sumergirse en la vida oriental y conocer de cerca las costumbres turcas. Además, a través de sus cartas a amigos y familiares dio a conocer todos sus descubrimientos de este mundo por entonces tan desconocido, y su obra se ha convertido en una referencia del género epistolar y de la literatura viajera de la época.

Cartas desde Estambul

Fue en Estambul donde Mary Montagu observó una curiosa costumbre que conseguía mantener a raya a la viruela, una enfermedad devastadora que ella misma había sufrido con 26 años y que se había llevado por delante la vida de su hermano. Se trataba de la inoculación o variolación, una práctica originaria de China y la India que se fue extendiendo por toda Asia.

“La viruela, tan fatal y frecuente entre nosotros, aquí es totalmente inofensiva gracias al descubrimiento de la inoculación, (así es como la llaman)”, relata en una de sus cartas a su amiga Sarah Chisvell. “Existe un grupo de mujeres ancianas especializadas en esta operación. Cada otoño, en el mes de septiembre, que es cuando el calor se apacigua, las personas se consultan unas a otras para saber quién de entre ellos está dispuesto a tener la viruela…”. La técnica descrita consistía, básicamente, en inocular a los voluntarios con pus de enfermos en cuatro o cinco venas abiertas. Lady Montagu había observado la eficacia del método y llegó a probarlo en su propio hijo Edward. Desde entonces, se propuso hacer llegar esta costumbre a su tierra para hacer frente a la enfermedad, como así puso de manifiesto en la citada carta: “Soy lo bastante patriota para tomarme la molestia de llevar esta útil invención a Inglaterra y tratar de imponerla”, afirmaba.

Lady Mary Wortley Montagu con su hijo Edward Wortley Montagu y sus asistentes. Imagen: Wikimedia Commons.

Y así lo hizo. A su regreso a Inglaterra, usó sus influencias y sus dotes de persuasión y llegó a convencer a la esposa del futuro rey Jorge II para inocular a su hijo. No fueron estos los únicos monarcas seducidos por el exótico método importado de Oriente: la influencia de Mary Montagu llegó a la corte francesa gracias a la aprobación del rey Luis XV y en Italia toda la familia real de Nápoles fue vacunada en 1777.

Mary Montagu no fue una científica en el término más estricto, pero estudió los efectos de la inoculación a través de dos ensayos clínicos: uno con seis condenados a muerte en la prisión de Newgate y otro con varios niños de un orfanato de Westminster. Gracias a esta suerte de experimentos fue como su método se empezó a difundir –y a salvar vidas– por toda Europa.

Lady Montagu fue una mujer excepcional que vivió como quiso sin temer juicios, represalias ni escándalos. Desheredada de la fortuna familiar debido a su apasionado matrimonio, años más tarde se separó y se fue a vivir a Venecia con su nuevo amante, una relación que tampoco prosperó. Fue independiente, se rodeó de intelectuales, escribió, viajó y defendió los derechos de las mujeres. Se dice que, antes de morir a consecuencia de un cáncer de mama, sus últimas palabras fueron: “ha sido todo muy interesante”.

Referencias

Sobre la autora

Victoria González es bióloga especializada en periodismo de ciencia y medio ambiente. Es autora del libro infantil educativo Las aventuras de Doña Bellota.

10 comentarios

  • Me ha gustado mucho este artículo. Aunque ya conocía a Lady Montagu, me parece bien resumido y engancha. ¡A seguir dando a conocer tantas mujeres valiosas! Gracias por compartir.

    • ¡Muchísimas gracias! También me gustan mucho todos tus artículos, es un placer escribir y leer sobre vidas fascinantes en esta web 🙂

  • Muy buen artículo que resume perfectamente la contribución de una mujer que no siendo científica y en condiciones difíciles hizo una excelente aportación a la ciencia

    • ¡Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado 🙂

  • Todo logro de conocimiento es la suma de diferentes influencias culturales y de (sexos), para los que alaban la supremacia de occidente y del aporte masculino. Civilizaciones de oriente fueron grandes mucho antes de las occidentales.
    Ahora se dice con apoyo intelectual moderno que por tener diferentes habilidades innatas las mujeres no tienen interes en materias abstractas como matemáticas o orientadas a objetos o ciencias por carecer estas de empatizacion y emocionalidad, lo cual no me convence pero al contrario de los que afirman esto con imprudencia, yo solo podría contradecirlo con suficiente evidencia con peso.
    El exito del ser humano fue la civilización una red de mutuas infuencias sin ellas grandes nombres como Newton nunca hubiesen existido.

  • … y la iglesia, siempre poniendo cortapisas a los nuevos avances e invenciones… Una forma de manipulación!!!…

  • […] que se venía usando en China e India muchos siglos antes, y que llegó hasta Constantinopla, donde Lady Mary Wortley Montagu (1689-1762) la conoció e incluso la aplicó a su propio hijo. Lady Montagu estaba allí debido a […]

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