Tikvah Alper: la radiobióloga que acabó con el “Dogma Central de la Biología”

Vidas científicas

Tikvah Alper (finales años 1970).

Acabar con dogmas establecidos nunca es fácil. Se necesita mucha fuerza y convicción para poder hacerlo. Y por supuesto, pruebas. La mujer que presentamos hoy tenía todo lo necesario para acabar con uno de esos dogmas. Y así lo hizo, o al menos asentó las bases para poder hacerlo, ya que demostró la posibilidad de que un agente infeccioso se pudiera propagar sin que tuviera ADN o ARN en su estructura. Algo impensable en su época. Algo que iba en contra del “Dogma Central de la Biología”. Pero la ciencia no está hecha de dogmas…

Aunque se necesitaron años para dar nombre a su descubrimiento (prion), éste permitió entender mejor los mecanismos de todas las formas de encefalopatías espongiformes transmisibles, entre ellas, la de la enfermedad que a todos nos suena por aquello de las “vacas locas”.

Esta mujer es una de las radiobiólogas más influyentes de todos los tiempos y se llamaba Tikvah Alper.

Tikvah Alper nació el 22 de enero de 1909 en Wynberg, Sudáfrica, en el seno de una familia judía refugiada desde Rusia. Desde pequeña destacó por su inteligencia. De hecho, fue considerada la “niña más destacada intelectualmente que ha pasado por la escuela” según la propia Durban Girls High School en la que estudiaba. Acabó sus estudios con distinciones un año antes de lo previsto y consiguió una beca para estudiar matemáticas y física en la University of Cape Town, donde se licenció en física en 1929.

Gracias a otra beca, se fue a Alemania desde 1930 a 1932, al Instituto Kaiser Wilhelm de Química de Berlín, a realizar estudios de doctorado bajo la supervisión de la gran Lise Meitner, probablemente la física nuclear más importante de la historia. En 1932 publicó su importante trabajo sobre los rayos delta producidos por las partículas alfa, que ganó el British Association Junior Medal en 1933. Desgraciadamente el clima que se respiraba en aquella época en Alemania se fue complicando, especialmente para judías como Alper y Meitner, y Tikvah tuvo que volver a Sudáfrica sin acabar su doctorado. Aquella vivencia hizo que Alper tomara la conciencia política que tanto destacaría en su vida.

Juliana Denekamp, Jack Fowler y Tikvah Alper (hacia 1970).

Una vez allí, se casó con el bacteriólogo Max Sterne, famoso por desarrollar una vacuna veterinaria contra el ántrax. Desafortunadamente, por aquel entonces, las mujeres casadas no podían trabajar en la universidad ni en ningún otro ámbito científico público, por lo que el matrimonio montó su propio laboratorio en casa. Motivada por la sordera de su hijo mayor, Alper combinaba su trabajo científico con el estudio sobre la sordera, el lenguaje de signos y métodos de enseñanza para sordos. De hecho, fue profesora de personas sordas. Durante algunos años el matrimonio Alper-Sterne se mudó varias veces desde Sudáfrica a Gran Bretaña y viceversa. En una de las estancias en Gran Bretaña, consiguió un trabajo no remunerado en el MRC Radiobiology Laboratory del Hammersmith Hospital de Londres bajo la dirección de Louis Harold Gray. Allí trabajó en el análisis del efecto de la radiación en la biología celular y en su interacción en otros procesos fisiológicos y químicos. También trabajó con el afamado radiobiólogo Douglas Lea en Cambridge.

En 1948 en matrimonio volvió una vez más a Sudáfrica gracias a la posición permanente que Alper consiguió como Jefa de Departamento de Biología en la South African National Physics Laboratory. Pero el carácter activista de Alper le empezó a pasar factura. Hizo circular una petición en el laboratorio en protesta a la eliminación del censo de la población negra en su provincia natal, lo que hizo que el Gobierno la amenazara con la retirada del pasaporte. Su abierta posición contra el Apartheid hizo finalmente que Alper y su familia abandonaran forzosamente Sudáfrica en 1951.

Se mudaron de nuevo a Gran Bretaña, donde Alper recuperó su trabajo en el MRC del Hammersmith Hospital. Acabó siendo la Directora de la Unidad de Radiobiología desde 1962 hasta su retiro en 1974.

La mayor contribución científica de Tikvah Alper fue la de sentar las bases para acabar con el denominado “Dogma Central de la Biología”. Este dogma se estableció en los años 60 y se basaba en que las células sólo se podían replicar vía ADN. Según esa idea, una enfermedad o una infección sólo podía expandirse por replicación de ADN de un virus o una bacteria. Pero Alper demostró que el agente infeccioso que produce la enfermedad neurodegenerativa llamada tembladera o “scrapie” (muy común en ovejas y cabras) no tenía ácido nucleico (ni ADN y ARN) en su estructura, por lo tanto no era ni un virus ni una bacteria. El descubrimiento, realizado gracias a ensayos de radiación, recibió, años más tarde, el nombre de prion. Aunque hoy en día estos agentes son conocidos y de hecho, se consideran excepciones o modificaciones del “dogma”, el descubrimiento de Tikvah fue una autentica revolución en la época.

Este importante hallazgo sobre el scrapie permitió entender mejor los mecanismos de todas las formas de encefalopatía espongiforme transmisible, incluidos los de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB, también conocida como «enfermedad de las vacas locas») en el ganado y la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) en humanos.

Incansable, en 1978 escribió su famoso libro Cellular Radiobiology, uno de los libros de cabecera de los radiobiólogos actuales. También se dedico a dar conferencias por todo el mundo hasta casi el día de su muerte.

Pero Tikvah Alper no fue sólo una científica brillante, también fue una feminista, educadora y activista convencida. Ejemplo de luchadora, trabajó duro para demostrar que el género no tenía nada que ver con la ciencia. Sentía que la inteligencia, la competencia y la integridad era todo lo que un científico necesitaba para lograr el éxito y lo demostró sobradamente con su trabajo. Nunca dudó en enfrentarse a lo que le parecía injusto. Dicen los que la conocieron que no toleraba discusiones superficiales. Que siempre buscaba la verdad en cualquier tema. Que siempre dejaba claro que criticar una idea no significaba criticar a la persona, aunque ese era un concepto que no todos entendieron. “Única”, “maravillosa”, “invencible” e incluso “terrible”, así la describieron sus colegas. Definitivamente, otra mujer inspiradora.

Referencias

Sobre la autora

Aitziber Lopez (@lopez_aitzi) es doctora en química por la UPV/EHU.

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