Mary Anderson (1866-1953)

Ciencia y más

Mary Anderson.

Promotora inmobiliaria y viticultora estadounidense, inventora del limpiaparabrisas. Nació en una granja del condado de Greene (Alabama). Su padre murió cuando ella tenía la temprana edad de cuatro años. Mary, su madre y su hermana continuaron viviendo del rancho familiar (de 1200 hectáreas). En 1889, la familia se trasladó a Birmingham, ciudad de Alabama que se encontraba en un floreciente crecimiento. Allí, Mary se hizo promotora inmobiliaria y propietaria de un edificio de apartamentos que se convirtió en la residencia familiar y en viviendas para alquilar. Entre 1897 y 1900, trabajó en Fresno (California), en la gestión de un rancho ganadero y de unos viñedos. A su retorno a Birmingham, se dedicó al cuidado de una tía suya enferma, que al fallecer dejó una herencia en joyas y oro con la que Mary tuvo una estabilidad financiera de por vida.

En el invierno de 1902, durante una estancia en Nueva York, Anderson se percató de que los conductores de tranvías (pero también de automóviles) tenían enormes dificultades para retirar la nieve de las ventanillas. Ante la eventualidad del mal tiempo, los parabrisas de los tranvías estaban divididos en secciones que podían abrirse a fin de que la nieve cayera o la lluvia escurriese, pero el sistema era incómodo para el conductor y los pasajeros, ya que entraban el frío y el agua en el vehículo, y tampoco ofrecía una mejor visión del trayecto. Los conductores estaban obligados con frecuencia a quitar la nieve manualmente o a sacar la cabeza para poder ver, lo que causaba el tener que parar y salir del vehículo numerosas veces y, sobre todo, distracciones peligrosas y una conducción arriesgada en unas calles atestadas de personas y vehículos, como ya eran por entonces las de la metrópolis estadounidense.

Patente estadounidense no. 743801 (Anderson). USPTO.

Así que Anderson pensó en un método que permitiera una buena visibilidad durante la conducción en los días de nieve o lluvia, realizando diversos ensayos en Birmingham que culminaron en 1905 con la obtención de una patente (no. 743801) para un aparato limpia-ventanas (con un privilegio temporal de diecisiete años). Se trataba de un brazo metálico basculante que llevaba incorporada una lámina de goma, realizaba un movimiento radial con un presión uniforme sobre el exterior del parabrisas gracias a un contrapeso y era accionado de modo manual desde dentro del vehículo por el piloto o su acompañante a través de una palanca. Tras hacer el brazo limpiador su recorrido por la ventana, un resorte lo devolvía automáticamente a su posición inicial. De esta manera, se producía la eliminación de los copos de nieve, las gotas de agua, las bolas de pedrisco u otras sustancias como barro y partículas de polvo, sin verse afectada la visión del piloto o de los pasajeros. Además, cuando no hiciera falta, el limpiaparabrisas podía ser desmontado del cristal.

Patente estadounidense no. 762889
(Douglass). USPTO.

No obstante, la invención de Anderson no fue la única que recogía en aquellos años la idea de un limpiaparabrisas. Así, en 1904, el británico Robert A. Douglass (domiciliado en la localidad canadiense de Truro) logró una patente estadounidense (no. 762889) a favor de un aparato limpiador de las ventanas de las cabinas de locomotoras y tranvías, con un procedimiento muy similar al de Anderson, pero mucho más complejo e ineficiente, ya que empleaba un perno rotatorio (en lugar de palanca) para accionar el brazo limpiador y regular asimismo la presión sobre el cristal, sin que además se produjese el movimiento automático de retorno.

También en 1904, James Henry Apjohn (1845-1914), ingeniero civil británico de origen irlandés y con residencia en Londres, consiguió una patente en el Reino Unido (no. 21790 solicitada en 1903) y otra más en Francia (no. 345370) relativas a un aparato con el que limpiar los cristales de coches ferroviarios y automóviles. En este caso, el sistema era bastante diferente al de Anderson y Douglass, pues podía limpiar ambos lados del cristal y el movimiento era de arriba abajo, accionándose mediante una palanca y un juego de poleas.

Patente británica no. 21790 (Apjohn). EPO.

Sin embargo, las ideas de Douglass y de Apjohn no llegaron a imponerse. El invento plasmado por Anderson en su patente era sencillo y elegante, mostrando de un manera ejemplar cómo a menudo suceden las ideas innovadoras: a través de la creatividad, dando respuesta y satisfacción inesperadas a cuestiones y necesidades tan habituales y obvias que parecen irresolubles y que, por lo tanto, dan la impresión de no merecer la pena gastar esfuerzos pensando cómo resolverlas y de que cualquier solución está condenada de antemano al fracaso. En realidad, esto último fue lo que inmediatamente le sucedió a Anderson. Así, en 1905, pretendió que una empresa canadiense comercializara el limpiaparabrisas, pero la compañía no encontró ningún valor económico al aparato. Este fue el único intento de su inventora por llevar a cabo una explotación industrial del limpiaparabrisas, del que jamás llegó a recibir un solo dólar por derechos de propiedad.

Ford T de 1919. Wikipedia.

Por entonces, los coches no eran todavía unos bienes de consumo asequibles a la mayoría y habría que esperar a 1908 con la aparición del Ford-T (el primer utilitario de la historia) para que el limpiaparabrisas resultara viable e imprescindible en el equipamiento básico de los automóviles. En 1913, miles de coches en EE. UU. ya tenían incorporado un sistema como el inventado por Anderson y para 1916 se encontraba estandarizado en la industria.

Patente estadounidense no. 1.274.983
(Bridgwood). USPTO.

Mary Anderson no volvió a producir ningún invento más y se dedicó el resto de sus días a la gestión de su negocio inmobiliario en Birmingham. Falleció en su casa de verano de Monteagle (Tennessee) a la edad de 87 años. Curiosamente, uno de los primeros limpiaparabrisas eléctricos fue inventado por otra mujer, la canadiense Charlotte Bridgwood (1861-1929), que lo registró en 1917 con un patente estadounidense (no. 1.274.983), además de haberlo hecho en esa misma fecha con otro aparato similar meramente mecánico (patente no. 1.253.929), aunque en ambos casos tampoco hubo una difusión comercial. Un año antes, el dentista de Hawaii Ormond Wall (1876-1937) había registrado una patente (no. 1.227.100) para un sistema con motor eléctrico que provocaba el movimiento oscilante del brazo limpiador sobre el exterior del cristal.

La primera empresa dedicada a la fabricación masiva de limpiaparabrisas fue la Tri-Continental Corporation (hoy conocida como Trico), establecida en Buffalo (Nueva York) en 1917 por el empresario teatral John R. Orshei (1886-1968) para la explotación de un sistema conocido como “Rubber Rain” (de limpiado horizontal por ambos lados del vidrio) y registrado un año antes por el ingeniero eléctrico John W. Jepson (patente no. 1.183.463). Esta compañía fue responsable de las más importantes innovaciones relativas a estos dispositivos durante las dos décadas siguientes: motor automático (1921), brazo en media luna (1923), doble lámina (1927), láminas multicapas (1928), limpiaparabrisas doble (1929), lavaparabrisas (1936). Utilizado hoy por la mayoría de los automóviles, el limpiaparabrisas intermitente fue protegido en 1964 por el ingeniero estadounidense Robert Kearns (1927-2005) a través de una patente (no. 3.351.386), lo que no fue obstáculo para que los tres grandes fabricantes automovilísticos norteamericanos (Ford, Chrysler y General Motors) se hicieran con la novedad sin pagar derechos de propiedad a su autor.

Bibliografía

Latta, Sarah L.: The Woman Who Invented Windshield Wipers: Mary Anderson and Her Wonderful Invention; Enslow Publishers, Berkeley Heights (Nueva Jersey), 2014

Enlaces

Sobre el artículo original

Museo Virtual de la Propiedad Industrial.

Un especial agradecimiento al Equipo de Investigación sobre Propiedad Industrial. Convenio de Colaboración OEPM-UAM por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.

Sobre el autor

Javier Ezcurdia Arzola. Equipo de Investigación sobre Propiedad Industrial. Convenio de Colaboración OEPM-UAM.

Editor: Luis Fernando Blázquez Morales.

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